I
Aquí estoy, diciendo:
el poeta que niega el amor
no es poeta,
es un enfermo mentiroso.
Esta tarde me dijiste:
gran poeta.
Aquí te digo:
te equivocas.
Pues para eso
debiera hincarme
sobre mis palabras,
sobre mis mentiras
y darme golpes
de a miles
contra ellas
hasta que ya no queden rastros.
Aquí estoy escribiendo,
con la esperanza de que la palabra expíe,
que disipe las culpas.
II
Existen cosas que te he escrito
que ya ni se donde encontrarlas,
que ya ni quisiera encontrar,
que si vieras
tal vez no creerías.
Existen muchas cosas que la palabra
no ve ni alcanza,
por eso la palabra no es buena;
en el mejor de los casos
se nombra la ausencia del nombre,
como aquí,
modestamente.
III
No salgo del espanto
que me ha producido vernos
como dos locos
corriendo sin sentido,
a veces miedosos, asustados,
de nosotros mismos
con nosotros mismos,
el uno para con el uno,
el otro para con el otro;
saliendo de uno,
pasando por el otro,
siguiendo por el camino de largo.
Nos deshicimos en explicaciones,
nos justificamos amablemente,
a veces más, a veces menos.
IV
Alguna vez no tuvimos el coraje
de mirarnos con violencia
y zambullirnos en la oscura,
feliz, angustiante locura del otro.
Alguna vez corrí lejos,
como el peor de los cobardes,
tanto que, llegando al otro lado del horizonte,
ya no me deje escucharte;
al filo de mi integridad
destruí aquellos suspiros
que nacían y morían puros.
V
Escribo estos versos
para encerrar en estas hojas,
noche y desesperación mediante,
todo lo vivido en la tarde,
en nuestro ultimo encuentro amoroso,
porque a veces la metáfora no vale
y es entonces que el poeta se suicida
buscando volverse verdad.
VI
Provocas en mí María,
porque hoy a ti te hablo,
el poder de la creación infinita,
el poder de hacer plásticas y plasmar
las pequeñas inflexiones de la realidad
VII
Por tus ojos
me has hecho entrar
en un túnel de mil temblores,
-sí, hoy también te hablo de mí-
en la división eterna de las aguas del mundo
o en el simple descenso del subir de las hamacas.
Por tu incipiente llanto
-claro que lo note-
me has hecho correr
por mi cuerpo en todas direcciones,
buscando una gruta-escondite.
VIII
Ya entrada la noche
te hiciste lluvia,
comenzaste a brotar
por todo horizonte posible;
no contenta con ello
te volviste trueno
para que además
te oiga.
IX
Maldito una vez más
el día en que me fui,
sin hacer siquiera
una pequeña galantería francesa.
X
El poeta mira el paisaje
y lo desarma en líneas, colores y sonidos,
porque no lo quiere ver unido,
lo quiere degustar de a partes,
quiere volcar su sangre sobre una imagen
y estallar en impresiones nacidas de la violencia del sol.
El poeta no se reconoce en lo que dice,
se lee, se mira y es ajeno,
por eso escribe,
se busca extensamente.
XI
El encanto de lo indivisible
brota de tu sonrisa,
de tu expresión de angustia,
de tu risa o tu cara de enojo.
XII
Probablemente sigas sin creerme,
sigas pensando con el miedo entre los labios,
sigas gritando mi ausencia,
sigas-sigamos volviendo el pasado presente,
pisando el deseo para no perderle el rastro.
¿Y si somos un montón de lugares comunes?
¿Entonces qué?
¿Como se vive en el desprecio constante?
Sobornamos escribiendo a la pasión
y morimos antes de que aclare el horizonte.
Valoramos las señales-espina-dolor de la existencia.
XIII
Alguna vez ambos callamos
ante el silencio del otro;
pude darte un beso,
pude darte dos,
no más.
Alguna vez me mandaste a mi casa
a pensar sobre mi vida,
o discutimos lo indiscutible,
lo inefable, lo indecible,
por ese vicio que tenemos
de querer comprender todo.
Alguna vez me fui a pensar sobre mi vida,
me quede sin respuesta, en silencio;
volví mudo, con algunas letras en el bolsillo,
la mirada en otro lugar;
intente decir aquello que no pude decir
de mil maneras
y sin querer invente otra historia.
Una escapatoria-cuento-rosa-final feliz.
Alguna vez intente
entrar en tu mundo con mis brazos
y buscarte en él.
XIV
Te he escrito durante un par de horas
y siento que no he terminado,
que no es suficiente.
Te he deseado todo este tiempo
y me parece que no es suficiente.
XV
Maldito el poder hacerte sufrir,
maldito el llanto que te brota de mis culpas,
maldito el llanto que me brota de mis culpas.
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Me gustaba más el otro nombre y el otro título.
ResponderEliminarSi no querés ser gran poeta, permitime que te diga que sos un gran escritor.
Cuidado, el próximo paso es decirte que sos groso