La noche esta muy calma, en la calle no hay mucha gente y llueve lentamente, como si lo fuera meditando, como un rumiar.
La inmovilidad puede generar los más desconocidos placeres internos, la búsqueda -ilícita- del sentir puro, la referencia a uno mismo; la imaginación salda los exquisitos vacíos.
La intención del delirio, el forjar lo que esta configurado, no lo que ES, sino lo que uno ha configurado previamente y lo que han hecho con uno.
Lo impresionante de poder dejar de ver, pero no de oír, no voluntariamente; del sonido, que organizado (o su aproximación) genera algo que llamamos "imagen" por analogía con lo visual; del placer del exceso como éxtasis, como desborde, la falta de mesura, la sensación de libertad, la marcación imprecisa; del placer de lo extremamente medido, de lo puntillosamente organizado, la sensación -falsa- de tranquilidad.
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