Acababan de merendar.
Ella estaba tendida boca arriba sobre una lona, con la poca ropa que necesitaba en verano; cerraba los ojos con gracia cada vez que las hojas le permitían al sol herir su mirada.
Él a su lado cambiaba constantemente de posición. A veces contemplaba el correr de los niños, a veces el leve movimiento de las plantas, o tal vez la peculiar forma que generaba el ramaje de algún árbol. Siempre se preguntaba como podía ser que en algunos casos el follaje se concentrara hacia un lado y el árbol no perdiera el equilibrio.
Ahora ella dormitaba y él se daba vuelta, la miraba, decidía contemplarla. Se contenía las ganas de acariciarle el cuello y las mejillas. Ella lo percibía.
-Siempre te quedas así.
-¿Así cómo?
-Mirándome.
Entonces se sonreían. La sonrisa de ella no era igual.
-¿Me vas a decir que te pasa?
Entonces la besaba en la mejilla, los ojos, la nariz, la boca.
Luego se frenaba, estaba encima, se separaba, con los brazos extendidos, de ella y del suelo. Ahora la miraba expectante, buscando respuesta.
-La verdad es que es muy lindo día.
Él sonreía nuevamente y le deba otros besos. Se separaba de vuelta.
-Lastima que el fin de semana largo se acaba.
-¿Por qué no te pusiste un pantalón corto?
-Así estoy cómodo.
-¿Cuando te vas a relajar?
-¿Cuando me vas a decir?
Se producía un silencio. Él se corría hacia el costado, ella se volteaba hacia el otro lado. Él la abrazaba, respiraba profundo.
El viento corría las hojas que ahora dejaban que el sol le hiriera los ojos.
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¿Esta es una declaración de tus ganas de?
ResponderEliminar¿La lona es como el jugo de naraja que le prométés a una mujer?